Homilia de su Santidad Benedicto XVI por la inaguaración del año de la fe
Venerables hermanos,
queridos hermanos y hermanas
Hoy, con gran alegría, a los 50 años de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II, damos inicio al Año de la fe. Me complace saludar a todos, en particular a Su Santidad Bartolomé I, Patriarca de Constantinopla, y a Su Gracia Rowan Williams, Arzobispo de Canterbury. Un saludo especial a los Patriarcas y a los Arzobispos Mayores de las Iglesias Católicas Orientales, y a los Presidentes de las Conferencias Episcopales. Para rememorar el Concilio, en el que algunos de los aquí presentes – a los que saludo con particular afecto – hemos tenido la gracia de vivir en primera persona, esta celebración se ha enriquecido con algunos signos específicos: la procesión de entrada, que ha querido recordar la que de modo memorable hicieron los Padres conciliares cuando ingresaron solemnemente en esta Basílica; la entronización del Evangeliario, copia del que se utilizó durante el Concilio; y la entrega de los siete mensajes finales del Concilio y del Catecismo de la Iglesia Católica, que haré al final, antes de la bendición. Estos signos no son meros recordatorios, sino que nos ofrecen también la perspectiva para ir más allá de la conmemoración. Nos invitan a entrar más profundamente en el movimiento espiritual que ha caracterizado el Vaticano II, para hacerlo nuestro y realizarlo en su verdadero sentido. Y este sentido ha sido y sigue siendo la fe en Cristo, la fe apostólica, animada por el impulso interior de comunicar a Cristo a todos y a cada uno de los hombres durante la peregrinación de la Iglesia por los caminos de la historia.
El Año de la fe que hoy inauguramos está vinculado coherentemente con todo el camino de la Iglesia en los últimos 50 años: desde el Concilio, mediante el magisterio del siervo de Dios Pablo VI, que convocó un «Año de la fe» en 1967, hasta el Gran Jubileo del 2000, con el que el beato Juan Pablo II propuso de nuevo a toda la humanidad a Jesucristo como único Salvador, ayer, hoy y siempre. Estos dos Pontífices, Pablo VI y Juan Pablo II, convergieron profunda y plenamente en poner a Cristo como centro del cosmos y de la historia, y en el anhelo apostólico de anunciarlo al mundo. Jesús es el centro de la fe cristiana. El cristiano cree en Dios por medio de Jesucristo, que ha revelado su rostro. Él es el cumplimiento de las Escrituras y su intérprete definitivo. Jesucristo no es solamente el objeto de la fe, sino, como dice la carta a los Hebreos, «el que inició y completa nuestra fe» (12,2).
El evangelio de hoy nos dice que Jesucristo, consagrado por el Padre en el Espíritu Santo, es el verdadero y perenne protagonista de la evangelización: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres» (Lc 4,18). Esta misión de Cristo, este dinamismo suyo continúa en el espacio y en el tiempo, atraviesa los siglos y los continentes. Es un movimiento que parte del Padre y, con la fuerza del Espíritu, lleva la buena noticia a los pobres en sentido material y espiritual. La Iglesia es el instrumento principal y necesario de esta obra de Cristo, porque está unida a Él como el cuerpo a la cabeza. «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (Jn 20,21). Así dice el Resucitado a los discípulos, y soplando sobre ellos, añade: «Recibid el Espíritu Santo» (v. 22). Dios por medio de Jesucristo es el principal artífice de la evangelización del mundo; pero Cristo mismo ha querido transmitir a la Iglesia su misión, y lo ha hecho y lo sigue haciendo hasta el final de los tiempos infundiendo el Espíritu Santo en los discípulos, aquel mismo Espíritu que se posó sobre él y permaneció en él durante toda su vida terrena, dándole la fuerza de «proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista»; de «poner en libertad a los oprimidos» y de «proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4,18-19).
El Concilio Vaticano II no ha querido incluir el tema de la fe en un documento específico. Y, sin embargo, estuvo completamente animado por la conciencia y el deseo, por así decir, de adentrase nuevamente en el misterio cristiano, para proponerlo de nuevo eficazmente al hombre contemporáneo. A este respecto se expresaba así, dos años después de la conclusión de la asamblea conciliar, el siervo de Dios Pablo VI: «Queremos hacer notar que, si el Concilio no habla expresamente de la fe, habla de ella en cada página, al reconocer su carácter vital y sobrenatural, la supone íntegra y con fuerza, y construye sobre ella sus enseñanzas. Bastaría recordar [algunas] afirmaciones conciliares… para darse cuenta de la importancia esencial que el Concilio, en sintonía con la tradición doctrinal de la Iglesia, atribuye a la fe, a la verdadera fe, a aquella que tiene como fuente a Cristo y por canal el magisterio de la Iglesia» (Audiencia general, 8 marzo 1967). Así decía Pablo VI.
Pero debemos ahora remontarnos a aquel que convocó el Concilio Vaticano II y lo inauguró: el beato Juan XXIII. En el discurso de apertura, presentó el fin principal del Concilio en estos términos: «El supremo interés del Concilio Ecuménico es que el sagrado depósito de la doctrina cristiana sea custodiado y enseñado de forma cada vez más eficaz… La tarea principal de este Concilio no es, por lo tanto, la discusión de este o aquel tema de la doctrina… Para eso no era necesario un Concilio... Es preciso que esta doctrina verdadera e inmutable, que ha de ser fielmente respetada, se profundice y presente según las exigencias de nuestro tiempo» (AAS 54 [1962], 790. 791-792).
A la luz de estas palabras, se comprende lo que yo mismo tuve entonces ocasión de experimentar: durante el Concilio había una emocionante tensión con relación a la tarea común de hacer resplandecer la verdad y la belleza de la fe en nuestro tiempo, sin sacrificarla a las exigencias del presente ni encadenarla al pasado: en la fe resuena el presente eterno de Dios que trasciende el tiempo y que, sin embargo, solamente puede ser acogido por nosotros en el hoy irrepetible. Por esto mismo considero que lo más importante, especialmente en una efeméride tan significativa como la actual, es que se reavive en toda la Iglesia aquella tensión positiva, aquel anhelo de volver a anunciar a Cristo al hombre contemporáneo. Pero, con el fin de que este impulso interior a la nueva evangelización no se quede solamente en un ideal, ni caiga en la confusión, es necesario que ella se apoye en una base concreta y precisa, que son los documentos del Concilio Vaticano II, en los cuales ha encontrado su expresión. Por esto, he insistido repetidamente en la necesidad de regresar, por así decirlo, a la «letra» del Concilio, es decir a sus textos, para encontrar también en ellos su auténtico espíritu, y he repetido que la verdadera herencia del Vaticano II se encuentra en ellos. La referencia a los documentos evita caer en los extremos de nostalgias anacrónicas o de huidas hacia adelante, y permite acoger la novedad en la continuidad. El Concilio no ha propuesto nada nuevo en materia de fe, ni ha querido sustituir lo que era antiguo. Más bien, se ha preocupado para que dicha fe siga viviéndose hoy, para que continúe siendo una fe viva en un mundo en transformación.
Si sintonizamos con el planteamiento auténtico que el beato Juan XXIII quiso dar al Vaticano II, podremos actualizarlo durante este Año de la fe, dentro del único camino de la Iglesia que desea continuamente profundizar en el depisito de la fe que Cristo le ha confiado. Los Padres conciliares querían volver a presentar la fe de modo eficaz; y sí se abrieron con confianza al diálogo con el mundo moderno era porque estaban seguros de su fe, de la roca firme sobre la que se apoyaban. En cambio, en los años sucesivos, muchos aceptaron sin discernimiento la mentalidad dominante, poniendo en discusión las bases mismas del depositum fidei, que desgraciadamente ya no sentían como propias en su verdad.
Si hoy la Iglesia propone un nuevo Año de la fe y la nueva evangelización, no es para conmemorar una efeméride, sino porque hay necesidad, todavía más que hace 50 años. Y la respuesta que hay que dar a esta necesidad es la misma que quisieron dar los Papas y los Padres del Concilio, y que está contenida en sus documentos. También la iniciativa de crear un Consejo Pontificio destinado a la promoción de la nueva evangelización, al que agradezco su especial dedicación con vistas al Año de la fe, se inserta en esta perspectiva. En estos decenios ha aumentado la «desertificación» espiritual. Si ya en tiempos del Concilio se podía saber, por algunas trágicas páginas de la historia, lo que podía significar una vida, un mundo sin Dios, ahora lamentablemente lo vemos cada día a nuestro alrededor. Se ha difundido el vacío. Pero precisamente a partir de la experiencia de este desierto, de este vacío, es como podemos descubrir nuevamente la alegría de creer, su importancia vital para nosotros, hombres y mujeres. En el desierto se vuelve a descubrir el valor de lo que es esencial para vivir; así, en el mundo contemporáneo, son muchos los signos de la sed de Dios, del sentido último de la vida, a menudo manifestados de forma implícita o negativa. Y en el desierto se necesitan sobre todo personas de fe que, con su propia vida, indiquen el camino hacia la Tierra prometida y de esta forma mantengan viva la esperanza. La fe vivida abre el corazón a la Gracia de Dios que libera del pesimismo. Hoy más que nunca evangelizar quiere decir dar testimonio de una vida nueva, trasformada por Dios, y así indicar el camino. La primera lectura nos ha hablado de la sabiduría del viajero (cf. Sir 34,9-13): el viaje es metáfora de la vida, y el viajero sabio es aquel que ha aprendido el arte de vivir y lo comparte con los hermanos, como sucede con los peregrinos a lo largo del Camino de Santiago, o en otros caminos, que no por casualidad se han multiplicado en estos años. ¿Por qué tantas personas sienten hoy la necesidad de hacer estos caminos? ¿No es quizás porque en ellos encuentran, o al menos intuyen, el sentido de nuestro estar en el mundo? Así podemos representar este Año de la fe: como una peregrinación en los desiertos del mundo contemporáneo, llevando consigo solamente lo que es esencial: ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni dos túnicas, como dice el Señor a los apóstoles al enviarlos a la misión (cf. Lc 9,3), sino el evangelio y la fe de la Iglesia, de los que el Concilio Ecuménico Vaticano II son una luminosa expresión, como lo es también el Catecismo de la Iglesia Católica, publicado hace 20 años.
Venerados y queridos hermanos, el 11 de octubre de 1962 se celebraba la fiesta de María Santísima, Madre de Dios. Le confiamos a ella el Año de la fe, como lo hice hace una semana, peregrinando a Loreto. La Virgen María brille siempre como estrella en el camino de la nueva evangelización. Que ella nos ayude a poner en práctica la exhortación del apóstol Pablo: «La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; corregíos mutuamente… Todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él» (Col 3,16-17). Amén
jueves, 11 de octubre de 2012
sábado, 28 de julio de 2012
Visita Apostólica al Seminario Mayor de Guayaquil,Su Eminencia el Cardenal Giusseppe Betori, Cardenal de Florencia
Su Eminencia el Cardenal Betori, Arzobispo de Florencia,
visitó el Seminario
del Instituto de Cristo Rey en Gricigliano, el pasado 13 de marzo. |
Foto tomada despues de la cena en nuestro Seminario Mayor Francisco Xavier de Graycoa |
El Cardenal Betori presidió un Te-Deum |
Visita de la superiora general de las misioneras de la caridad al Seminario mayor de Guayaquil
MENSAJE DE LA HERMANA MARY PREMA
9 julio de 2012
Rev. Padre.
Mis queridos hermanos.
Ruego, que sea capaz de darles el
mensaje, que nuestra madre Teresa quisiese
darles a ustedes.
Dios, Padre, los ha elegido para ser
Jesús para las personas de nuestro mundo
hoy.
Permitan al Espíritu Santo que los forme
en Jesús.
Es dificultoso crecer en el espíritu de
silencio. En el silencio de vuestro corazón vosotros habláis y escucháis a Jesús.
Dios los ha amado primero y les ha dado
el regalo de la fe.
En el estudio comprenderán su fe mejor y
en la oración su fe llegará a ser la roca fundamental de su vida como
presbíteros. Empezarán a pensar con la mente de Jesús, empezarán a Amar con el
Corazón de Jesús.
Jesús está en constante dialogo con su
Padre y el Padre le muestra todo.
En su oración y dirección espiritual
recibirán la luz para conocerse a si mismos. Llegarán a ser más y más simples,
confiados y humildes.
Jesús es muy demandante. El no quiere
algo de ti. El te quiere a ti. Todo lo que tú eres y tienes. El te ruega le entregues tu familia,
amigos, tu historia personal y en especial tus pecados.
Nuestra Madre Teresa solía decir, que
todo lo que tenemos Dios nos lo ha dado.
Pero el quiere que nosotros le entreguemos algo que él no nos dio: Nuestros
pecados.
Jesús quiere que le pertenezcáis
completamente. Solo de esta forma El
puede usaros para su Reino.
Un día un periodista preguntó a Madre
Teresa: “¿Qué lugar le da usted a Jesús en su vida? La Madre respondió: Yo le doy todo el lugar.
Entre más se llenen de Jesús, mas
disfrutarán de la libertad de tu vocación.
Nuestra Madre era muy estricta en el
cuidado del silencio y en la custodia de los sentidos, la mente y el corazón.
Guarden su vista, con la búsqueda de la
belleza y bondad de Dios en todas partes. Elijan no exponerse ustedes mismos a
las cosas pecaminosas y adictivas que se les ofrecen en el internet y en los medios. Guarden sus oídos, para que
puedan oír la voz de Dios y el llanto de los más pobres y afligidos.
Cuiden su lengua y digan sólo las cosas buenas que puedan alabar y dar gloria a
Dios.
Silencien su mente permaneciendo
constantemente en la presencia de Dios, evitando mentiras, juicios precipitados,
pensamientos vindicativos y sospechas de otros.
Cuiden su corazón para que amen a Dios
con todo su corazón, con toda su alma, con toda su mente, con todas sus fuerzas
y amen a los otros con el Corazón de Jesús.
lunes, 16 de julio de 2012
El editorial semanal: Música y Paz
El editorial semanal:
Música y Paz
¡Extraordinario concierto el de Castelgandolfo para la fiesta de San Benito, ante la presencia del Papa! Idea genial, la del Presidente italiano, Napolitano, de hacer encontrar al Papa con la ya famosa Orquesta de jóvenes músicos israelíes, palestinos y de otros países árabes fondada por el gran director hebreo Daniel Barenboim y por el literato palestino Edward Said.
Y las dos sinfonías de Beethoven ejecutadas, la quinta y la sexta –como recordaba el Papa- expresan respectivamente, los dos aspectos fundamentales de la vida: el drama y la paz.
Verdaderamente el ejercicio del arte, más allá del procurar solo un placer estetizante, puede convertirse en un potente mensaje de valores vitales para la humanidad. Puede fundir juntos, gracias a la música, los talentos de pueblos de cultura y religión diversa para hacerlos embajadores de la paz. Judíos, musulmanes, cristianos que afinan no solo sus propios instrumentos para la armonía de los sonidos, sino sus ánimos para la armonía del saber vivir y construir juntos.
El Papa se prepara para un viaje a El Líbano en septiembre, para llevar a los fieles y a los pueblos de Oriente Medio los frutos de la asamblea celebrada hace dos años por los obispos de la región. Después de entonces los Países árabes han entrado en profundo fermento, Siria está desgarrada por la violencia, Tierra Santa sigue esperando la solución de conflictos y tensiones interminables. Pero como dijo el Papa, es necesario continuar trabajando por la paz, “dejando de lado la violencia y las armas, comprometiéndose por la conversión personal y comunitaria, con el diálogo, con la paciente búsqueda de entendimientos posibles”. Este concierto es un signo de esperanza, tal vez pequeño, pero de fuerza espiritual intensísima.
Espléndido auspicio también para el próximo viaje del Papa.
¡Extraordinario concierto el de Castelgandolfo para la fiesta de San Benito, ante la presencia del Papa! Idea genial, la del Presidente italiano, Napolitano, de hacer encontrar al Papa con la ya famosa Orquesta de jóvenes músicos israelíes, palestinos y de otros países árabes fondada por el gran director hebreo Daniel Barenboim y por el literato palestino Edward Said.
Y las dos sinfonías de Beethoven ejecutadas, la quinta y la sexta –como recordaba el Papa- expresan respectivamente, los dos aspectos fundamentales de la vida: el drama y la paz.
Verdaderamente el ejercicio del arte, más allá del procurar solo un placer estetizante, puede convertirse en un potente mensaje de valores vitales para la humanidad. Puede fundir juntos, gracias a la música, los talentos de pueblos de cultura y religión diversa para hacerlos embajadores de la paz. Judíos, musulmanes, cristianos que afinan no solo sus propios instrumentos para la armonía de los sonidos, sino sus ánimos para la armonía del saber vivir y construir juntos.
El Papa se prepara para un viaje a El Líbano en septiembre, para llevar a los fieles y a los pueblos de Oriente Medio los frutos de la asamblea celebrada hace dos años por los obispos de la región. Después de entonces los Países árabes han entrado en profundo fermento, Siria está desgarrada por la violencia, Tierra Santa sigue esperando la solución de conflictos y tensiones interminables. Pero como dijo el Papa, es necesario continuar trabajando por la paz, “dejando de lado la violencia y las armas, comprometiéndose por la conversión personal y comunitaria, con el diálogo, con la paciente búsqueda de entendimientos posibles”. Este concierto es un signo de esperanza, tal vez pequeño, pero de fuerza espiritual intensísima.
Espléndido auspicio también para el próximo viaje del Papa.
Los Apóstoles no deben estar atados al dinero y a la comodidad
Los Apóstoles no deben estar atados al dinero y a la comodidad
Anunciar a Cristo “sin preocuparse por tener éxito”, es más sabiendo que “los enviados de Dios con frecuencia no son bien acogidos”. Lo afirmó Benedicto XVI esta mañana durante la homilía de la Santa Misa que celebró ante la Catedral de Frascati. El Papa también invitó a los cristianos a “releer el Concilio” para redescubrir la “belleza de ser Iglesia”.
El Santo Padre visitó esta mañana la diócesis suburbicaria de Frascati, cuya historia está indisolublemente ligada a la del papado. En efecto, fue Juan XXIII quien esta estableció, en 1962, que los cardenales suburbicarios mantuviesen el título de la diócesis, mientras su cuidado pastoral fuera confiado a un obispo residencial. Se trata de la cuarta visita de un Pontífice tras las realizadas por el Papa Roncalli, en 1959; Pablo VI, en 1963 y Juan Pablo II, en 1980.
Frascati es en la actualidad el principal centro urbano del área de los llamados “Castillos Romanos”, situados en la zona a sur sur-este de Roma, de la que dista aproximadamente unos 20 km. Se extiende por una superficie de 220 km cuadrados, y cuenta con siete municipios y 123.500 habitantes, 24 parroquias, 27 sacerdotes diocesanos y 20 religiosos, así como 353 religiosas.
En su homilía Benedicto XVI comenzó manifestando que estaba muy feliz de estar hoy en medio de ellos para celebrar la Eucaristía y para compartir alegrías y esperanzas, fatigas y compromisos, ideales y aspiraciones de esta Comunidad diocesana. Tras saludar al Cardenal Tarcisio Bertone, su Secretario de Estado y titular de esta Diócesis, Benedicto XVI saludó a su Pastor, Mons. Raffaello Martinelli, y al Alcalde de Frascati, a quien le agradeció las corteses palabras de bienvenida con las que fue recibido en nombre de todos.
Y después de saludar a las demás autoridades civiles presentes el Santo Padre se dijo feliz de celebrar con el obispo, que por más de 20 años fue colaborador en la Congregación para la Doctrina de la Fe, con su contribución al catecismo de la Iglesia y al compendio. Porque como dijo el Pontífice “en la sinfonía de la fe su voz está muy presente”.
Anunciar a Cristo “sin preocuparse por tener éxito”, es más sabiendo que “los enviados de Dios con frecuencia no son bien acogidos”. Lo afirmó Benedicto XVI esta mañana durante la homilía de la Santa Misa que celebró ante la Catedral de Frascati. El Papa también invitó a los cristianos a “releer el Concilio” para redescubrir la “belleza de ser Iglesia”.
El Santo Padre visitó esta mañana la diócesis suburbicaria de Frascati, cuya historia está indisolublemente ligada a la del papado. En efecto, fue Juan XXIII quien esta estableció, en 1962, que los cardenales suburbicarios mantuviesen el título de la diócesis, mientras su cuidado pastoral fuera confiado a un obispo residencial. Se trata de la cuarta visita de un Pontífice tras las realizadas por el Papa Roncalli, en 1959; Pablo VI, en 1963 y Juan Pablo II, en 1980.
Frascati es en la actualidad el principal centro urbano del área de los llamados “Castillos Romanos”, situados en la zona a sur sur-este de Roma, de la que dista aproximadamente unos 20 km. Se extiende por una superficie de 220 km cuadrados, y cuenta con siete municipios y 123.500 habitantes, 24 parroquias, 27 sacerdotes diocesanos y 20 religiosos, así como 353 religiosas.
En su homilía Benedicto XVI comenzó manifestando que estaba muy feliz de estar hoy en medio de ellos para celebrar la Eucaristía y para compartir alegrías y esperanzas, fatigas y compromisos, ideales y aspiraciones de esta Comunidad diocesana. Tras saludar al Cardenal Tarcisio Bertone, su Secretario de Estado y titular de esta Diócesis, Benedicto XVI saludó a su Pastor, Mons. Raffaello Martinelli, y al Alcalde de Frascati, a quien le agradeció las corteses palabras de bienvenida con las que fue recibido en nombre de todos.
Y después de saludar a las demás autoridades civiles presentes el Santo Padre se dijo feliz de celebrar con el obispo, que por más de 20 años fue colaborador en la Congregación para la Doctrina de la Fe, con su contribución al catecismo de la Iglesia y al compendio. Porque como dijo el Pontífice “en la sinfonía de la fe su voz está muy presente”.
No están solos
No están solos
Pensamiento del Papa y de la Santa Sede
El pasado 26 de junio Benedicto XVI llevaba su solidaridad a las personas de las zonas flageladas por el terremoto en la región italiana de Emilia Romagna.Y les decía que “no están solos”, sellando sus palabras con un llamamiento a la ayuda concreta de las instituciones.
De este modo, el Papa alentaba a estos queridos hermanos y hermanas con palabras nacidas de su corazón, impulsando la fe en el Amor de Dios y asegurando que la Iglesia los acompaña con la oración y de forma activa. Las palabras del Santo Padre fueron recibidas con grandes aplausos...
Pensamiento del Papa y de la Santa Sede
El pasado 26 de junio Benedicto XVI llevaba su solidaridad a las personas de las zonas flageladas por el terremoto en la región italiana de Emilia Romagna.Y les decía que “no están solos”, sellando sus palabras con un llamamiento a la ayuda concreta de las instituciones.
De este modo, el Papa alentaba a estos queridos hermanos y hermanas con palabras nacidas de su corazón, impulsando la fe en el Amor de Dios y asegurando que la Iglesia los acompaña con la oración y de forma activa. Las palabras del Santo Padre fueron recibidas con grandes aplausos...
Responder con generosidad y prontitud a la voz de Cristo
Responder con generosidad y prontitud a la voz de Cristo
«La finalidad de la Iglesia es la propagación del Reino de Cristo, para hacer partícipes a todos los hombres de la redención» dijo hoy el Sucesor de Pedro, en su saludo a los peregrinos de lengua española, después de la oración mariana dominical del Ángelus en Castel Gandolfo.
«En el evangelio que nos propone la liturgia en este domingo, vemos a Jesús que llama y envía a los apóstoles a predicar la conversión» Dijo Benedicto. Y concluyó: «Animo a todos los miembros de la Iglesia, y de modo especial a los laicos, a responder con generosidad y prontitud de corazón a la voz de Cristo, para unirse más íntimamente a él y colaborar en su misión salvífica».
En la reflexión previa a la oración del Ángelus, el Papa habló de San Buenaventura de Bagnoregio, franciscano, Doctor de la Iglesia, sucesor de San Francisco de Asís en la conducción de la Orden de los Frailes Menores, cuya memoria se celebra el 15 de julio. « Él –dijo el Papa- escribe la primera biografía oficial del “Pobrecillo”, y al final de su vida fue también Obispo de la Diócesis de Albano.
Refirió también Benedicto que San Buenaventura escribe: «Confieso… que la razón que me hizo amar la vida del beato Francisco es que ella se asemeja a los inicios y al crecimiento de la Iglesia».
«Estas palabras nos reenvían al Evangelio de hoy», dijo el Papa y afirmó que: Francisco de Asís después de su conversión, practicó al pie de la letra el Evangelio, llegando a ser un testigo fidelísimo de Jesús; y asociado de modo singular al misterio de la Cruz, fue transformado en “otro Cristo”, como propiamente San Buenaventura lo presenta».
Texto completo de la alocución del Papa antes del rezo del ángelus:
¡Queridos hermanos y hermanas!
En el calendario litúrgico el 15 de julio es la memoria di San Buenaventura de Bagnoregio, franciscano, Doctor de la Iglesia, sucesor de San Francisco de Asís en la guía de la Orden de los Frailes Menores. Él escribió la primera biografía oficial del Pobrecillo, y al final de su vida también fue Obispo de esta Diócesis de Albano. En una carta suya, Buenaventura escribe: «Confieso ante Dios que la razón que me ha hecho amar más la vida del beato Francisco es que ella se asemeja a los inicios y al crecimiento de la Iglesia» (Epistula de tribus quaestionibus, en Opere di San Bonaventura. Introducción general, Roma 1990, p. 29). Estas palabras nos remiten directamente al Evangelio de este domingo, que presenta el primer envío en misión de los Doce Apóstoles por parte de Jesús. «Jesús llamó junto a sí a los Doce – narra san Marcos – y comenzó a enviarlos de dos en dos (...). Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja; sino: «Calzar sandalias y no llevar dos túnicas» (Mc 6, 7-9). Francisco de Asís, después de su conversión, practicó a la letra este Evangelio, llegando a ser un testigo fidelísimo de Jesús; y asociado de modo singular al misterio de la Cruz, fue transformado en «otro Cristo», tal como lo presenta San Buenaventura.
Toda la vida de San Buenaventura, así como su teología tienen como centro inspirador a Jesucristo. Esta centralidad de Cristo la encontramos en la segunda Lectura de la Misa de hoy (Ef 1, 3-14), el célebre himno de la Carta de San Pablo a los Efesios, que comienza así: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo». El Apóstol muestra por tanto cómo se ha realizado este designio de bendición, en cuatro pasajes que comienzan todos con la misma expresión «en Él», referida a Jesucristo. «En Él» el Padre nos ha elegido antes de la creación del mundo; «en Él» tenemos la redención mediante su sangre; «en Él» nos hemos convertido en herederos, predestinados a ser «alabanza de su gloria»; «en Él» cuantos creen en el Evangelio reciben el sello del Espíritu Santo. Este himno paulino contiene la visión de la historia que San Buenaventura ha contribuido a difundir en la Iglesia: toda la historia tiene como centro a Cristo, que garantiza también novedad y renovación en toda época. En Jesús Dios ha dicho y dado todo, pero puesto que Él es un tesoro inagotable, el Espíritu Santo jamás termina de revelar y de actualizar su misterio. Por tanto, la obra de Cristo y de la Iglesia no retrocede, sino que siempre avanza.
Queridos amigos, invoquemos a María Santísima, a quien mañana celebraremos como Virgen del Monte Carmelo, a fin de que nos ayude, como San Francisco y San Buenaventura, a responder generosamente a la llamada del Señor, para anunciar su Evangelio de salvación con las palabras y, ante todo, con la vida.
En lengua francesa el Papa se refirió al periodo estival que permite a muchos tomar un tiempo de reposo. “Este periodo puede ser también un momento favorable para reflexionar sobre la propia vida y para disponer el corazón a los demás y a Dios”. El Santo Padre invitó a todos a estar atentos a aquellos que sufren la soledad y el abandono, que están en las calles, en los hospitales y asilos de ancianos. “No dejen de visitar a estas personas. A ejemplo de la Virgen María sean portadores de la Buena Noticia”.
En inglés, recordando el Evangelio del día en el que Jesús da a los discípulos la autoridad para predicar y expulsar demonios, el Pontífice invitó a continuar fundamentando nuestras vidas en Cristo para ser también nosotros “instrumentos efectivos del Evangelio”.
Al saludar a los peregrinos alemanes Benedicto XVI instó a “abrir nuestros corazones al Señor en la oración cotidiana para que su amor pueda crecer en nosotros cada vez más”.
A los peregrinos de lengua portuguesa, el Papa agradeció por las oraciones e invocó sobre todos los dones del Espíritu Santo para que “sean verdaderos testimonios de Cristo en medio a sus familias y comunidades”.
Al recordar a los peregrinos eslovacos -numerosos grupos de escolares con sus maestros y padres- este tiempo de vacaciones, el Santo Padre invitó a “aprovechar de este tiempo no sólo para el reposo sino también para templar las fuerzas del cuerpo y del espíritu”.
“Mañana celebraremos la memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo -la Madre de Dios del Escapulario. El beato Juan Pablo II portaba y estimaba tanto esta señal de personal entrega a Ella”… A todos sus connacionales – en Polonia, en el mundo, y a aquellos presentes hoy en Castelgandolfo – el Papa auguró que María, “la más buena de las madres”, envuelva con su manto en la lucha contra el mal, interceda en su súplica de gracia, y muestre los caminos que conducen a Dios.
Por ultimo Benedicto XVI saludó a los tantos grupos de peregrinos llegados de toda Italia, bendiciéndoles y deseándoles un buen domingo.
«La finalidad de la Iglesia es la propagación del Reino de Cristo, para hacer partícipes a todos los hombres de la redención» dijo hoy el Sucesor de Pedro, en su saludo a los peregrinos de lengua española, después de la oración mariana dominical del Ángelus en Castel Gandolfo.
«En el evangelio que nos propone la liturgia en este domingo, vemos a Jesús que llama y envía a los apóstoles a predicar la conversión» Dijo Benedicto. Y concluyó: «Animo a todos los miembros de la Iglesia, y de modo especial a los laicos, a responder con generosidad y prontitud de corazón a la voz de Cristo, para unirse más íntimamente a él y colaborar en su misión salvífica».
En la reflexión previa a la oración del Ángelus, el Papa habló de San Buenaventura de Bagnoregio, franciscano, Doctor de la Iglesia, sucesor de San Francisco de Asís en la conducción de la Orden de los Frailes Menores, cuya memoria se celebra el 15 de julio. « Él –dijo el Papa- escribe la primera biografía oficial del “Pobrecillo”, y al final de su vida fue también Obispo de la Diócesis de Albano.
Refirió también Benedicto que San Buenaventura escribe: «Confieso… que la razón que me hizo amar la vida del beato Francisco es que ella se asemeja a los inicios y al crecimiento de la Iglesia».
«Estas palabras nos reenvían al Evangelio de hoy», dijo el Papa y afirmó que: Francisco de Asís después de su conversión, practicó al pie de la letra el Evangelio, llegando a ser un testigo fidelísimo de Jesús; y asociado de modo singular al misterio de la Cruz, fue transformado en “otro Cristo”, como propiamente San Buenaventura lo presenta».
Texto completo de la alocución del Papa antes del rezo del ángelus:
¡Queridos hermanos y hermanas!
En el calendario litúrgico el 15 de julio es la memoria di San Buenaventura de Bagnoregio, franciscano, Doctor de la Iglesia, sucesor de San Francisco de Asís en la guía de la Orden de los Frailes Menores. Él escribió la primera biografía oficial del Pobrecillo, y al final de su vida también fue Obispo de esta Diócesis de Albano. En una carta suya, Buenaventura escribe: «Confieso ante Dios que la razón que me ha hecho amar más la vida del beato Francisco es que ella se asemeja a los inicios y al crecimiento de la Iglesia» (Epistula de tribus quaestionibus, en Opere di San Bonaventura. Introducción general, Roma 1990, p. 29). Estas palabras nos remiten directamente al Evangelio de este domingo, que presenta el primer envío en misión de los Doce Apóstoles por parte de Jesús. «Jesús llamó junto a sí a los Doce – narra san Marcos – y comenzó a enviarlos de dos en dos (...). Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja; sino: «Calzar sandalias y no llevar dos túnicas» (Mc 6, 7-9). Francisco de Asís, después de su conversión, practicó a la letra este Evangelio, llegando a ser un testigo fidelísimo de Jesús; y asociado de modo singular al misterio de la Cruz, fue transformado en «otro Cristo», tal como lo presenta San Buenaventura.
Toda la vida de San Buenaventura, así como su teología tienen como centro inspirador a Jesucristo. Esta centralidad de Cristo la encontramos en la segunda Lectura de la Misa de hoy (Ef 1, 3-14), el célebre himno de la Carta de San Pablo a los Efesios, que comienza así: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo». El Apóstol muestra por tanto cómo se ha realizado este designio de bendición, en cuatro pasajes que comienzan todos con la misma expresión «en Él», referida a Jesucristo. «En Él» el Padre nos ha elegido antes de la creación del mundo; «en Él» tenemos la redención mediante su sangre; «en Él» nos hemos convertido en herederos, predestinados a ser «alabanza de su gloria»; «en Él» cuantos creen en el Evangelio reciben el sello del Espíritu Santo. Este himno paulino contiene la visión de la historia que San Buenaventura ha contribuido a difundir en la Iglesia: toda la historia tiene como centro a Cristo, que garantiza también novedad y renovación en toda época. En Jesús Dios ha dicho y dado todo, pero puesto que Él es un tesoro inagotable, el Espíritu Santo jamás termina de revelar y de actualizar su misterio. Por tanto, la obra de Cristo y de la Iglesia no retrocede, sino que siempre avanza.
Queridos amigos, invoquemos a María Santísima, a quien mañana celebraremos como Virgen del Monte Carmelo, a fin de que nos ayude, como San Francisco y San Buenaventura, a responder generosamente a la llamada del Señor, para anunciar su Evangelio de salvación con las palabras y, ante todo, con la vida.
En lengua francesa el Papa se refirió al periodo estival que permite a muchos tomar un tiempo de reposo. “Este periodo puede ser también un momento favorable para reflexionar sobre la propia vida y para disponer el corazón a los demás y a Dios”. El Santo Padre invitó a todos a estar atentos a aquellos que sufren la soledad y el abandono, que están en las calles, en los hospitales y asilos de ancianos. “No dejen de visitar a estas personas. A ejemplo de la Virgen María sean portadores de la Buena Noticia”.
En inglés, recordando el Evangelio del día en el que Jesús da a los discípulos la autoridad para predicar y expulsar demonios, el Pontífice invitó a continuar fundamentando nuestras vidas en Cristo para ser también nosotros “instrumentos efectivos del Evangelio”.
Al saludar a los peregrinos alemanes Benedicto XVI instó a “abrir nuestros corazones al Señor en la oración cotidiana para que su amor pueda crecer en nosotros cada vez más”.
A los peregrinos de lengua portuguesa, el Papa agradeció por las oraciones e invocó sobre todos los dones del Espíritu Santo para que “sean verdaderos testimonios de Cristo en medio a sus familias y comunidades”.
Al recordar a los peregrinos eslovacos -numerosos grupos de escolares con sus maestros y padres- este tiempo de vacaciones, el Santo Padre invitó a “aprovechar de este tiempo no sólo para el reposo sino también para templar las fuerzas del cuerpo y del espíritu”.
“Mañana celebraremos la memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo -la Madre de Dios del Escapulario. El beato Juan Pablo II portaba y estimaba tanto esta señal de personal entrega a Ella”… A todos sus connacionales – en Polonia, en el mundo, y a aquellos presentes hoy en Castelgandolfo – el Papa auguró que María, “la más buena de las madres”, envuelva con su manto en la lucha contra el mal, interceda en su súplica de gracia, y muestre los caminos que conducen a Dios.
Por ultimo Benedicto XVI saludó a los tantos grupos de peregrinos llegados de toda Italia, bendiciéndoles y deseándoles un buen domingo.
Tema del mensaje para la 46º Jornada Mundial de la Paz.
Tema del mensaje para la 46º Jornada Mundial de la Paz.
Benedicto XVI: Bienaventurados los que buscan la paz
VATICANO, 16 Jul. 12 / 10:42 am .- Para la celebración de la 46ª Jornada Mundial de la Paz del próximo 1 de enero de 2013, el Papa Benedicto XVI ha elegido el tema: "Bienaventurados los que buscan la paz".
En un comunicado dado a conocer hoy se informó que el mensaje anual del Papa, que aún no ha sido divulgado, "en el complejo contexto actual desea animar a todos para que se sientan responsables respecto de la construcción de la paz".
"El mensaje abrazará, por tanto, la plenitud y multiplicidad del concepto de paz, a partir del ser humano: la paz interior y la paz exterior, para luego poner en evidencia la emergencia antropológica, la naturaleza e incidencia del nihilismo y, al mismo tiempo, los derechos fundamentales, en primer lugar la libertad de conciencia, la libertad de expresión y la libertad religiosa".
El texto del Santo Padre, indica el comunicado, "ofrecerá una reflexión ética sobre algunas medidas que se están adoptando en el mundo para contener la crisis económica y financiera, la emergencia educativa, la crisis de las instituciones y de la política, que es también –en muchos casos– preocupante crisis de la democracia".
El mensaje también se referirá al 50º aniversario del Concilio Vaticano II y de la Encíclica del Papa Juan XXIII, Pacem in terris, de acuerdo a la cual el primado corresponde siempre a la dignidad humana y a su libertad, para la edificación de una ciudad al servicio de cada ser humano, sin discriminación alguna.
Algunos de los temas anteriores de los mensajes del Papa fueron: "Combatir la pobreza, construir la paz" (2009); "Si quieres promover la paz, protege la creación" (2010); "La libertad religiosa, camino para la paz" (2011) y "Educar a los jóvenes en la justicia y en la paz" (2012).
lunes, 25 de junio de 2012
Página recomendada
http://www.rio2013.com/es/
En esta pagina encontrarás toda la información como: Contactos, noticias, multimedia, seguir la Cruz Peregrina, dudas, contactos. Todo lo necesario para poder participar de la Jornada Mundial de la Juventud, ha realizarse en Río de Janeiro.
En esta pagina encontrarás toda la información como: Contactos, noticias, multimedia, seguir la Cruz Peregrina, dudas, contactos. Todo lo necesario para poder participar de la Jornada Mundial de la Juventud, ha realizarse en Río de Janeiro.
lunes, 4 de junio de 2012
VII ENCUENTRO MUNDIAL DE LAS FAMILIAS MILAN 2012
El Papa Benedicto XVI pidió a las familias que recuerden que, a pesar de las dificultades que enfrenta la vocación matrimonial en estos tiempos, el amor “es la única fuerza que puede verdaderamente transformar el mundo”.
“Quisiera simplemente dar las gracias por todo lo que he vivido en estos días: esta experiencia de Iglesia viva -dijo Benedicto XVI-. Si alguna vez se puede pensar que la barca de Pedro está realmente a merced de adversarios difíciles, sin embargo es también verdad que vemos que el Señor está presente, vivo, ha resucitado realmente, y tiene en sus manos el gobierno del mundo y el corazón de los hombres. Esta experiencia de Iglesia viva, que vive del amor de Dios, que vive por Cristo resucitado, es el don de estos días. Por ello damos gracias al Señor”.
lunes, 28 de mayo de 2012
ENTREVISTA CONCEDIDA POR EL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS PERIODISTAS DURANTE EL VUELO HACIA MÉXICO
Viernes 23 marzo 2012
A LOS PERIODISTAS DURANTE EL VUELO HACIA MÉXICO
Viernes 23 marzo 2012
Padre Lombardi: Santidad, gracias de estar con nosotros al
comenzar este viaje tan bello e importante. Como ve, nuestra
asamblea viajera es numerosa: hay más de 70 periodistas que lo siguen con
atención y el grupo más importante –aparte de los italianos– es naturalmente el
de los mejicanos, que son un buen grupo, al menos 14, con los representantes de
las televisiones mejicanas que seguirán y cubrirán todo el viaje. También hay
un buen grupo de los Estados Unidos, de Francia, de otros Países. He aquí,
pues, que somos un poco reflejo de todo el mundo. Como de costumbre, hemos ido
recogiendo en los días pasados muchas preguntas de los periodistas, y hemos
elegido cinco, que expresan en cierto modo la expectativa general. Y esta vez,
dado que tenemos más espacio y algo más de tiempo, no las expongo yo, sino los
periodistas mismos que las han formulado o que, en todo caso, nos hemos
repartido entre nosotros para presentarle. Comenzamos, pues, con una pregunta
formulada por la Señora María Collins, por la televisión "Univision",
una de las televisiones que sigue este viaje; es una señora mejicana que nos
hará la pregunta en español y yo la repetiré luego en italiano para todos.
1ª Pregunta: Santo Padre, México y Cuba han
sido tierras en las cuales los viajes de su predecesor Juan Pablo II han hecho
historia. ¿Con cual ánimo y con cuales esperanzas hoy Ud., Santo Padre, sigue
sus huellas?
Santo Padre: Queridos amigos, en primer lugar quiero
daros la bienvenida y las gracias por acompañarme en este viaje, que esperamos
que sea bendecido por el Señor. Yo, en este viaje, me siento totalmente en
continuidad con el Papa Juan Pablo II. Recuerdo muy bien su
primer viaje a México, que fue realmente histórico. En una situación
jurídica todavía muy confusa, abrió las puertas, inició una nueva fase de la
colaboración entre Iglesia, sociedad y Estado. Igualmente, recuerdo bien su
histórico viaje a Cuba. Por ello, intento seguir sus huellas y continuar
cuanto comenzó. Desde el principio, yo tenía el deseo de visitar México. Siendo
cardenal, estuve en México, con óptimos recuerdos, y cada miércoles escucho los
aplausos y constato la alegría de los mexicanos. Estar ahora aquí como Papa es
para mí una gran alegría y responde a un deseo que albergaba desde hace mucho
tiempo. Para expresar los sentimientos que experimento, me vienen a la mente
las palabras del Vaticano II «gaudium et spes, luctus et angor», gozo y
esperanza, pero también tristeza y angustia. Comparto las alegrías y las
esperanzas, pero comparto también el luto y las dificultades de este gran país.
Voy para alentar y para aprender, para confortar en la fe, en la esperanza y en
la caridad, para confortar en el compromiso por el bien y en el compromiso por
la lucha contra el mal. ¡Esperamos que el Señor nos ayude!
P.
Lombardi: Gracias,
Santidad. Y ahora damos la palabra al Dr. Javier Alatorre Soria,
que representa Tele Azteca, una de las grandes televisiones mejicanas que nos
seguirá en estos días.
2ª Pregunta: Santidad, México es un país con
recursos y posibilidades maravillosas, es un gran País, pero en estos años
sabemos que también es tierra de violencia por el problema del narcotráfico. Se
habla de 50.000 muertos en los últimos cinco años. ¿Cómo afronta la Iglesia
católica esta situación? ¿Tendría, tendrá Ud. palabras para los responsables y
para los traficantes que a veces se profesan católicos o incluso benefactores
de la Iglesia?
Santo Padre: Nosotros conocemos bien todas las
bellezas de México, pero también este gran problema del narcotráfico y de la
violencia. Supone ciertamente una gran responsabilidad para la Iglesia católica
en un país con un 80 por ciento de católicos. Debemos hacer lo posible contra
este mal destructivo de la humanidad y de nuestra juventud. Diría que el primer
acto es anunciar a Dios: Dios es el juez, Dios que nos ama, pero que nos ama
para atraernos hacia el bien, a la verdad contra el mal. En segundo lugar, la
Iglesia tiene la gran responsabilidad de educar las conciencias, educar en la
responsabilidad moral y desenmascarar el mal, desenmascarar esta idolatría del
dinero, que esclaviza a los hombres sólo por él; desenmascarar también las
falsas promesas, la mentira, la estafa, que está detrás de la droga. Debemos
ver que el hombre necesita del infinito. Si no existe Dios, el infinito se crea
sus propios paraísos, una apariencia de «infinitudes» que sólo puede ser una
mentira. Por eso es tan importante que Dios esté presente, accesible; es una
gran responsabilidad ante el Dios juez que nos guía, nos atrae a la verdad y al
bien, y en este sentido la Iglesia debe desenmascarar el mal, hacer presente la
bondad de Dios, hacer presente su verdad, el verdadero infinito del cual
tenemos sed. Es el gran deber de la Iglesia. Hagamos todos juntos lo posible,
cada vez más.
P. Lombardi: Santidad, la tercera pregunta se la
plantea Valentina Alazraki por Televisa, una de las veteranas de nuestros
viajes, que usted bien conoce, y que está tan encantada de que por fin también
usted vaya a su país.
3ª Pregunta: Santidad, ante todo le damos la
bienvenida a México. Estamos todos contentos de que vaya a México. La pregunta
es la siguiente: Santo Padre, Ud. ha dicho que desde México quiere dirigirse a
toda América Latina en el bicentenario de la independencia de los países latinoamericanos.
Sabemos que América Latina, a pesar del desarrollo, también es una región de
contrastes, donde están juntos los más ricos y los más pobres. A veces se tiene
la impresión de que la Iglesia no sea suficientemente animada a comprometerse
en este campo. ¿Cree Ud. que se puede hablar todavía en una forma positiva de
«teología de la liberación», después de los excesos, considerados excesos, que
han sido de alguna manera corregidos, como el marxismo y la violencia?
Santo Padre: Naturalmente, la Iglesia debe
preguntarse siempre si se hace lo suficiente por la justicia social en este
gran continente. Esta es una cuestión de conciencia que debemos plantearnos
siempre. Preguntar: ¿qué puede y debe hacer la Iglesia?, ¿qué no puede y no
debe hacer? La Iglesia no es un poder político, no es un partido, sino una
realidad moral, un poder moral. Dado que la política debe ser fundamentalmente
una realidad moral, la Iglesia, en este aspecto, tiene que ver fundamentalmente
con la política. Repito lo que acabo de decir: el primer pensamiento de la
Iglesia es educar las conciencias y así crear la responsabilidad necesaria;
educar las conciencias tanto en la ética individual como en la ética pública. Y
aquí quizás algo ha faltado. En América Latina, y también en otros lugares, en
no pocos católicos se percibe cierta esquizofrenia entre moral individual y
pública: personalmente, en la esfera individual, son católicos, creyentes, pero
en la vida pública siguen otros caminos que no corresponden a los grandes
valores del Evangelio, que son necesarios para la fundación de una sociedad
justa. Por tanto, hay que educar para superar esta esquizofrenia, educar no
sólo en una moral individual, sino en una moral pública, y esto intentamos
hacerlo a través de la doctrina social de la Iglesia, porque, naturalmente,
esta moral pública debe ser una moral razonable, compartida, que pueden
compartir también los no creyentes, una moral de la razón. Desde luego,
nosotros, gracias a la luz de la fe, podemos ver mejor muchas cosas que también
la razón puede ver, pero precisamente la fe sirve asimismo para liberar a la
razón de los falsos intereses y de los oscurecimientos de los intereses, y así
crear en la doctrina social los modelos sustanciales para una colaboración
política, sobre todo para la superación de esta división social, antisocial,
que por desgracia existe. Queremos trabajar en este sentido. No sé si la
palabra «teología de la liberación», que también puede interpretarse muy bien,
nos ayudaría mucho. Es importante la racionalidad común a la que la Iglesia
ofrece una contribución fundamental y siempre debe ayudar a la educación de las
conciencias, tanto para la vida pública como para la vida privada.
P. Lombardi: Gracias Santidad. Y
ahora una cuarta pregunta. La hace una de nuestras "decanas" de estos
viajes, pero siempre joven, Paloma Gómez Borrero, que representa también en
este viaje a España, que naturalmente tiene un gran interés igualmente para los
españoles.
4ª Pregunta: Santidad, miramos ahora a Cuba.
Todos recordamos las famosas palabras de Juan Pablo II: «Que Cuba se abra al
mundo y que el mundo se abra a Cuba». Han pasado 14 años, pero parece que estas
palabras fueran todavía actuales. Como usted sabe, durante la espera de su
viaje, muchas veces los opositores y de defensores de los derechos humanos se
han hecho sentir. ¿Ud. piensa, Santidad, retomar el mensaje de Juan Pablo II,
pensando tanto en la situación interior de Cuba como en la situación
internacional?
Santo Padre: Como ya he dicho, me siento en absoluta
continuidad con las palabras del Santo Padre Juan Pablo II, que siguen siendo
muy actuales. Esa visita del Papa inauguró un camino de colaboración y de
diálogo constructivo; un camino que es largo y que exige paciencia, pero que va
adelante. Hoy es evidente que la ideología marxista, como se la concebía, ya no
responde a la realidad: así ya no se puede responder y construir una sociedad;
deben encontrarse nuevos modelos, con paciencia y de manera constructiva. En
este proceso, que exige paciencia pero también decisión, queremos ayudar con
espíritu de diálogo, para evitar traumas y para favorecer el camino hacia una
sociedad fraterna y justa como la deseamos para todo el mundo, y queremos
colaborar en este sentido. Es evidente que la Iglesia está siempre de la parte
de la libertad: libertad de conciencia, libertad de religión. En este sentido
contribuimos, contribuyen precisamente también los fieles en este camino hacia
adelante.
P. Lombardi: Gracias Santidad, como puede imaginar,
habrá gran atención por sus discursos en Cuba por parte de todos nosotros. Y
ahora damos la palabra a un francés para la quinta pregunta, pues hay aquí
también otros pueblos. Jean-Louis de la Vaissière es el corresponsal de France
Press en Roma, y nos ha propuesto diversas preguntas interesantes sobre este
viaje y, por tanto, era justo que él interpretara también nuestras preguntas y
nuestras expectativas.
5ª Pregunta: Santidad, después de la
Conferencia de Aparecida se habla de una «Misión continental» de la Iglesia en
América Latina; dentro de pocos meses tendrá lugar el Sínodo sobre la nueva
evangelización y comenzará el Año de la fe. También América Latina afronta los
retos de la secularización, de las sectas. En Cuba se notan las consecuencias
de una larga propaganda del ateísmo, la religiosidad afro-cubana está muy
difundida. ¿Cree que este viaje es un estímulo para la «nueva evangelización»?
Y ¿cuáles son los puntos que más le interesan desde esta perspectiva?
Santo Padre: El período de la nueva evangelización
comenzó con el Concilio; esta era fundamentalmente la intención del Papa Juan
XXIII; la subrayó mucho el Papa Juan Pablo II y, en un mundo que atraviesa una
fase de gran cambio, su necesidad se vuelve cada vez más evidente. Necesidad en
el sentido de que el Evangelio debe expresarse de nuevos modos; necesidad
también en el sentido de que el mundo necesita una palabra en la confusión, en
la dificultad de orientarse hoy en día. Existe una situación común en el mundo:
está la secularización, la ausencia de Dios, la dificultad de encontrar acceso,
de verlo como una realidad que concierne a mi vida. Y, por otra parte, están
los contextos específicos; usted ha señalado los de Cuba, con el sincretismo
afro-cubano, con tantas otras dificultades, pero cada país tiene su situación
cultural específica. Y, por un lado, debemos partir del problema común: cómo en
la actualidad, en este contexto de nuestra racionalidad moderna, podemos
redescubrir a Dios como la orientación fundamental de nuestra vida, la
esperanza fundamental de nuestra vida, el fundamento de los valores que
realmente construyen una sociedad, y cómo podemos tener en cuenta la
especificidad de las distintas situaciones. El primero me parece muy
importante: anunciar a un Dios que responde a nuestra razón, porque vemos la
racionalidad del cosmos, vemos que hay algo detrás, pero no vemos lo cerca que
está este Dios, cómo me concierne; y esta síntesis del Dios grande y
majestuoso, y del Dios pequeño que está cerca de mí, que me orienta, que me
muestra los valores de mi vida, es el núcleo de la evangelización. Por tanto,
un cristianismo que va a lo esencial, donde se encuentra realmente el núcleo
fundamental para vivir hoy con todos los problemas de nuestro tiempo. Y, por
otra parte, tener en cuenta la realidad concreta. En América Latina, en general,
es muy importante que el cristianismo no sea nunca tanto una cuestión de la
razón, sino del corazón. La Virgen de Guadalupe es reconocida y amada por
todos, porque entienden que es una Madre para todos y está presente desde el
principio en esta nueva América Latina, después de la llegada de los europeos.
Y también en Cuba tenemos a la Virgen del Cobre, que toca los corazones, y
todos saben intuitivamente que es verdad, que esta Virgen nos ayuda, que
existe, nos ama y nos ayuda. Pero esta intuición del corazón debe estar
vinculada con la racionalidad de la fe y con la profundidad de la fe que va más
allá de la razón. Debemos tratar de no perder el corazón, sino unir corazón y
razón, de modo que cooperen, porque sólo así el hombre es completo y puede ayudar
y trabajar realmente por un futuro mejor.
lunes, 21 de mayo de 2012
martes, 8 de mayo de 2012
Suscribirse a:
Entradas (Atom)