lunes, 28 de mayo de 2012





ENTREVISTA CONCEDIDA POR EL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS PERIODISTAS DURANTE EL VUELO HACIA MÉXICO


Viernes 23 marzo 2012



Padre Lombardi: Santidad, gracias de estar con nosotros al comenzar este viaje tan bello e importante. Como ve, nuestra asamblea viajera es numerosa: hay más de 70 periodistas que lo siguen con atención y el grupo más importante –aparte de los italianos– es naturalmente el de los mejicanos, que son un buen grupo, al menos 14, con los representantes de las televisiones mejicanas que seguirán y cubrirán todo el viaje. También hay un buen grupo de los Estados Unidos, de Francia, de otros Países. He aquí, pues, que somos un poco reflejo de todo el mundo. Como de costumbre, hemos ido recogiendo en los días pasados muchas preguntas de los periodistas, y hemos elegido cinco, que expresan en cierto modo la expectativa general. Y esta vez, dado que tenemos más espacio y algo más de tiempo, no las expongo yo, sino los periodistas mismos que las han formulado o que, en todo caso, nos hemos repartido entre nosotros para presentarle. Comenzamos, pues, con una pregunta formulada por la Señora María Collins, por la televisión "Univision", una de las televisiones que sigue este viaje; es una señora mejicana que nos hará la pregunta en español y yo la repetiré luego en italiano para todos.
1ª Pregunta: Santo Padre, México y Cuba han sido tierras en las cuales los viajes de su predecesor Juan Pablo II han hecho historia. ¿Con cual ánimo y con cuales esperanzas hoy Ud., Santo Padre, sigue sus huellas?
Santo Padre: Queridos amigos, en primer lugar quiero daros la bienvenida y las gracias por acompañarme en este viaje, que esperamos que sea bendecido por el Señor. Yo, en este viaje, me siento totalmente en continuidad con el Papa Juan Pablo II. Recuerdo muy bien su primer viaje a México, que fue realmente histórico. En una situación jurídica todavía muy confusa, abrió las puertas, inició una nueva fase de la colaboración entre Iglesia, sociedad y Estado. Igualmente, recuerdo bien su histórico viaje a Cuba. Por ello, intento seguir sus huellas y continuar cuanto comenzó. Desde el principio, yo tenía el deseo de visitar México. Siendo cardenal, estuve en México, con óptimos recuerdos, y cada miércoles escucho los aplausos y constato la alegría de los mexicanos. Estar ahora aquí como Papa es para mí una gran alegría y responde a un deseo que albergaba desde hace mucho tiempo. Para expresar los sentimientos que experimento, me vienen a la mente las palabras del Vaticano II «gaudium et spes, luctus et angor», gozo y esperanza, pero también tristeza y angustia. Comparto las alegrías y las esperanzas, pero comparto también el luto y las dificultades de este gran país. Voy para alentar y para aprender, para confortar en la fe, en la esperanza y en la caridad, para confortar en el compromiso por el bien y en el compromiso por la lucha contra el mal. ¡Esperamos que el Señor nos ayude!
P. Lombardi: Gracias, Santidad. Y ahora damos la palabra al Dr. Javier Alatorre Soria, que representa Tele Azteca, una de las grandes televisiones mejicanas que nos seguirá en estos días.
2ª Pregunta: Santidad, México es un país con recursos y posibilidades maravillosas, es un gran País, pero en estos años sabemos que también es tierra de violencia por el problema del narcotráfico. Se habla de 50.000 muertos en los últimos cinco años. ¿Cómo afronta la Iglesia católica esta situación? ¿Tendría, tendrá Ud. palabras para los responsables y para los traficantes que a veces se profesan católicos o incluso benefactores de la Iglesia?
Santo Padre: Nosotros conocemos bien todas las bellezas de México, pero también este gran problema del narcotráfico y de la violencia. Supone ciertamente una gran responsabilidad para la Iglesia católica en un país con un 80 por ciento de católicos. Debemos hacer lo posible contra este mal destructivo de la humanidad y de nuestra juventud. Diría que el primer acto es anunciar a Dios: Dios es el juez, Dios que nos ama, pero que nos ama para atraernos hacia el bien, a la verdad contra el mal. En segundo lugar, la Iglesia tiene la gran responsabilidad de educar las conciencias, educar en la responsabilidad moral y desenmascarar el mal, desenmascarar esta idolatría del dinero, que esclaviza a los hombres sólo por él; desenmascarar también las falsas promesas, la mentira, la estafa, que está detrás de la droga. Debemos ver que el hombre necesita del infinito. Si no existe Dios, el infinito se crea sus propios paraísos, una apariencia de «infinitudes» que sólo puede ser una mentira. Por eso es tan importante que Dios esté presente, accesible; es una gran responsabilidad ante el Dios juez que nos guía, nos atrae a la verdad y al bien, y en este sentido la Iglesia debe desenmascarar el mal, hacer presente la bondad de Dios, hacer presente su verdad, el verdadero infinito del cual tenemos sed. Es el gran deber de la Iglesia. Hagamos todos juntos lo posible, cada vez más.
P. Lombardi: Santidad, la tercera pregunta se la plantea Valentina Alazraki por Televisa, una de las veteranas de nuestros viajes, que usted bien conoce, y que está tan encantada de que por fin también usted vaya a su país.
3ª Pregunta: Santidad, ante todo le damos la bienvenida a México. Estamos todos contentos de que vaya a México. La pregunta es la siguiente: Santo Padre, Ud. ha dicho que desde México quiere dirigirse a toda América Latina en el bicentenario de la independencia de los países latinoamericanos. Sabemos que América Latina, a pesar del desarrollo, también es una región de contrastes, donde están juntos los más ricos y los más pobres. A veces se tiene la impresión de que la Iglesia no sea suficientemente animada a comprometerse en este campo. ¿Cree Ud. que se puede hablar todavía en una forma positiva de «teología de la liberación», después de los excesos, considerados excesos, que han sido de alguna manera corregidos, como el marxismo y la violencia?
Santo Padre: Naturalmente, la Iglesia debe preguntarse siempre si se hace lo suficiente por la justicia social en este gran continente. Esta es una cuestión de conciencia que debemos plantearnos siempre. Preguntar: ¿qué puede y debe hacer la Iglesia?, ¿qué no puede y no debe hacer? La Iglesia no es un poder político, no es un partido, sino una realidad moral, un poder moral. Dado que la política debe ser fundamentalmente una realidad moral, la Iglesia, en este aspecto, tiene que ver fundamentalmente con la política. Repito lo que acabo de decir: el primer pensamiento de la Iglesia es educar las conciencias y así crear la responsabilidad necesaria; educar las conciencias tanto en la ética individual como en la ética pública. Y aquí quizás algo ha faltado. En América Latina, y también en otros lugares, en no pocos católicos se percibe cierta esquizofrenia entre moral individual y pública: personalmente, en la esfera individual, son católicos, creyentes, pero en la vida pública siguen otros caminos que no corresponden a los grandes valores del Evangelio, que son necesarios para la fundación de una sociedad justa. Por tanto, hay que educar para superar esta esquizofrenia, educar no sólo en una moral individual, sino en una moral pública, y esto intentamos hacerlo a través de la doctrina social de la Iglesia, porque, naturalmente, esta moral pública debe ser una moral razonable, compartida, que pueden compartir también los no creyentes, una moral de la razón. Desde luego, nosotros, gracias a la luz de la fe, podemos ver mejor muchas cosas que también la razón puede ver, pero precisamente la fe sirve asimismo para liberar a la razón de los falsos intereses y de los oscurecimientos de los intereses, y así crear en la doctrina social los modelos sustanciales para una colaboración política, sobre todo para la superación de esta división social, antisocial, que por desgracia existe. Queremos trabajar en este sentido. No sé si la palabra «teología de la liberación», que también puede interpretarse muy bien, nos ayudaría mucho. Es importante la racionalidad común a la que la Iglesia ofrece una contribución fundamental y siempre debe ayudar a la educación de las conciencias, tanto para la vida pública como para la vida privada.
P. Lombardi: Gracias Santidad. Y ahora una cuarta pregunta. La hace una de nuestras "decanas" de estos viajes, pero siempre joven, Paloma Gómez Borrero, que representa también en este viaje a España, que naturalmente tiene un gran interés igualmente para los españoles.
4ª PreguntaSantidad, miramos ahora a Cuba. Todos recordamos las famosas palabras de Juan Pablo II: «Que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba». Han pasado 14 años, pero parece que estas palabras fueran todavía actuales. Como usted sabe, durante la espera de su viaje, muchas veces los opositores y de defensores de los derechos humanos se han hecho sentir. ¿Ud. piensa, Santidad, retomar el mensaje de Juan Pablo II, pensando tanto en la situación interior de Cuba como en la situación internacional?
Santo Padre: Como ya he dicho, me siento en absoluta continuidad con las palabras del Santo Padre Juan Pablo II, que siguen siendo muy actuales. Esa visita del Papa inauguró un camino de colaboración y de diálogo constructivo; un camino que es largo y que exige paciencia, pero que va adelante. Hoy es evidente que la ideología marxista, como se la concebía, ya no responde a la realidad: así ya no se puede responder y construir una sociedad; deben encontrarse nuevos modelos, con paciencia y de manera constructiva. En este proceso, que exige paciencia pero también decisión, queremos ayudar con espíritu de diálogo, para evitar traumas y para favorecer el camino hacia una sociedad fraterna y justa como la deseamos para todo el mundo, y queremos colaborar en este sentido. Es evidente que la Iglesia está siempre de la parte de la libertad: libertad de conciencia, libertad de religión. En este sentido contribuimos, contribuyen precisamente también los fieles en este camino hacia adelante.
P. Lombardi: Gracias Santidad, como puede imaginar, habrá gran atención por sus discursos en Cuba por parte de todos nosotros. Y ahora damos la palabra a un francés para la quinta pregunta, pues hay aquí también otros pueblos. Jean-Louis de la Vaissière es el corresponsal de France Press en Roma, y nos ha propuesto diversas preguntas interesantes sobre este viaje y, por tanto, era justo que él interpretara también nuestras preguntas y nuestras expectativas.
5ª PreguntaSantidad, después de la Conferencia de Aparecida se habla de una «Misión continental» de la Iglesia en América Latina; dentro de pocos meses tendrá lugar el Sínodo sobre la nueva evangelización y comenzará el Año de la fe. También América Latina afronta los retos de la secularización, de las sectas. En Cuba se notan las consecuencias de una larga propaganda del ateísmo, la religiosidad afro-cubana está muy difundida. ¿Cree que este viaje es un estímulo para la «nueva evangelización»? Y ¿cuáles son los puntos que más le interesan desde esta perspectiva?
Santo Padre: El período de la nueva evangelización comenzó con el Concilio; esta era fundamentalmente la intención del Papa Juan XXIII; la subrayó mucho el Papa Juan Pablo II y, en un mundo que atraviesa una fase de gran cambio, su necesidad se vuelve cada vez más evidente. Necesidad en el sentido de que el Evangelio debe expresarse de nuevos modos; necesidad también en el sentido de que el mundo necesita una palabra en la confusión, en la dificultad de orientarse hoy en día. Existe una situación común en el mundo: está la secularización, la ausencia de Dios, la dificultad de encontrar acceso, de verlo como una realidad que concierne a mi vida. Y, por otra parte, están los contextos específicos; usted ha señalado los de Cuba, con el sincretismo afro-cubano, con tantas otras dificultades, pero cada país tiene su situación cultural específica. Y, por un lado, debemos partir del problema común: cómo en la actualidad, en este contexto de nuestra racionalidad moderna, podemos redescubrir a Dios como la orientación fundamental de nuestra vida, la esperanza fundamental de nuestra vida, el fundamento de los valores que realmente construyen una sociedad, y cómo podemos tener en cuenta la especificidad de las distintas situaciones. El primero me parece muy importante: anunciar a un Dios que responde a nuestra razón, porque vemos la racionalidad del cosmos, vemos que hay algo detrás, pero no vemos lo cerca que está este Dios, cómo me concierne; y esta síntesis del Dios grande y majestuoso, y del Dios pequeño que está cerca de mí, que me orienta, que me muestra los valores de mi vida, es el núcleo de la evangelización. Por tanto, un cristianismo que va a lo esencial, donde se encuentra realmente el núcleo fundamental para vivir hoy con todos los problemas de nuestro tiempo. Y, por otra parte, tener en cuenta la realidad concreta. En América Latina, en general, es muy importante que el cristianismo no sea nunca tanto una cuestión de la razón, sino del corazón. La Virgen de Guadalupe es reconocida y amada por todos, porque entienden que es una Madre para todos y está presente desde el principio en esta nueva América Latina, después de la llegada de los europeos. Y también en Cuba tenemos a la Virgen del Cobre, que toca los corazones, y todos saben intuitivamente que es verdad, que esta Virgen nos ayuda, que existe, nos ama y nos ayuda. Pero esta intuición del corazón debe estar vinculada con la racionalidad de la fe y con la profundidad de la fe que va más allá de la razón. Debemos tratar de no perder el corazón, sino unir corazón y razón, de modo que cooperen, porque sólo así el hombre es completo y puede ayudar y trabajar realmente por un futuro mejor.

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